domingo, 11 de marzo de 2012

Luces rojas con sombras negras.

Noche de cine la de ayer. Tras la pequeña decepción que supuso Chronicle, el objetivo era ver una película que hiciera que mereciera la pena el haber pagado la entrada. Las esperanzas estaban depositadas en la película elegida en un primer momento y que no vimos en su día: Luces Rojas.

Nº 11 Luces Rojas (2012)
Una de las películas que más ganas tenía de ver era lo nuevo de Rodrigo Cortés. Tras la genial y agónica Buried (2010) la cual me pareció un genial ejercicio de cómo hacer cine de calidad y de forma arriesgada, tenía las espectativas bastante altas en su nueva película.

Para empezar, se trataba de lo nuevo de Cortés... y para más inri, en esta ocasión, respaldado con un reparto de altura, encabezado por Sigourney Weaver, Cillian Murphy y Robert de Niro. ¿Qué más se puede pedir?

Luces Rojas nos cuenta la historia de dos doctores expertos en fraudes paranormales, que se dedican a investigar y desenmascarar cualquier fenómeno paranormal. Todos sus casos son siempre un fraude y son los mejores en su trabajo, hasta la llegada de un personaje, Simon Silver (interpretado por de Niro) quien se retiró de los escenarios para volver 30 años más tarde, considerado uno de los psíquicos más grandes de todos los tiempos, y que pone siempre en jaque a quien intenta investigarle...

¿Qué se puede decir de una película como Luces Rojas, sin entrar en spoilers?

Uno de los problemas que tiene el hablar de esta película es precisamente uno de los problemas que posee la misma: el factor sorpresa.

Luces Rojas es una muy buena película... eso es algo indudable. Tiene una factura técnica muy pulida, que demuestra una vez más que Cortés es un director excelente y que, en un futuro, seguramente lo sea mucho mejor. Ya lo dejó claro con Buried y lo confirma con esta película... Sin embargo, no se puede decir lo mismo de sus labores de guión y edición ya que esos son, precisamente, los pequeños problemas de la película. Esas sombras negras que decía en el título de la reseña.

Pese a que las comparaciones son odiosas, en mi caso fue inevitable el recordar la película The Prestige, de mi idolatrado Cristopher Nolan (a quien considero el mejor director en activo y actual) donde, al igual que con la película de Cortés, se juega hasta el extremo con la sorpresa, con el engaño tanto de personajes como del espectador, solo que en el caso de Nolan, lo consigue (siempre) con gran maestría, teniendo una coherencia argumental que casa perfectamente entre lo sucedido en la película y el engaño al espectador. Sin embargo, en el caso de Cortés, sucede lo contrario. Pese a que los trucos y artificios de Cortés están muy bien pensados, fallan en su ejecución, intentando optar a veces, por la sopresa fácil y lo peor de todo, incoherente en su ejecución.

Incoherencias que se podrían traducir en agujeros en el guión que no dan explicación a ciertas cosas que suceden durante el metraje para, sin embargo, dar lugar a un final en el que se explica demasiado de forma innecesaria (en mi opinión) cuando en ocasiones, es mejor ahorrarse más de una explicación.

Estas incoherencias, unidas a un montaje que intenta engañar pero termina engañandose a sí mismo, hacen que una película que, a priori, podría haber sido brillante, pierda algunos puntos y no llegue a ser sobresaliente como su predecesora, pero comparte igualmente sus mejores bazas: es francamente entretenida, tiene un ritmo buenísimo, te mete de lleno en la historia queriendo saber qué va a suceder y cuentan con una interpretación por parte de su protagonista (Ryan Reynolds en su ataúd y Cillian Murphy en este caso) que son para quitarse el sombrero.

Muy recomendable pese a no ser redonda del todo.

8/10

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